La base de una buena comunicación es escuchar realmente a los demás. Haz preguntas, muestra interés genuino y parafrasea lo que has escuchado. Esto no solo demuestra respeto, sino que también asegura que realmente comprendes el mensaje.
Ser claro y directo al expresar tus pensamientos y sentimientos es clave. Usa un lenguaje sencillo y evita ambigüedades. Esto ayuda a prevenir malentendidos y asegura que tu mensaje sea recibido tal como lo intentas comunicar.
Al hablar sobre tus sentimientos o necesidades, usa frases que comiencen con “yo”. Por ejemplo, en lugar de decir “Tú nunca escuchas”, prueba con “Yo me siento ignorado cuando no respondes”. Esto reduce la defensividad y promueve un diálogo más abierto.
Mantener la calma y la compostura, incluso en situaciones difíciles, es crucial. Si sientes que las emociones están subiendo, tómate un momento para respirar y reflexionar antes de responder. La autoconciencia te permitirá comunicarte desde un lugar de equilibrio.
Ser asertivo no significa ser agresivo. Asegúrate de que tu mensaje sea firme pero respetuoso. Defiende tus puntos de vista sin menospreciar a los demás; esto construye relaciones de confianza y colaboración.
Cuando necesites dar retroalimentación, hazlo de manera constructiva. Comienza con un aspecto positivo, seguido de la crítica y finaliza con una sugerencia para mejorar. Esto ayuda a que la otra persona se sienta valorada y receptiva al feedback.
Termina tus conversaciones de manera positiva. Un simple “Gracias por tu tiempo” o “Aprecio tu perspectiva” puede dejar una buena impresión y abrir las puertas para futuras interacciones.
Recuerda, la comunicación asertiva es una habilidad que se puede desarrollar con práctica. ¡Empecemos a implementar estas técnicas en nuestra vida diaria y observemos cómo mejoran nuestras relaciones y nuestro entorno!
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